SENTIMIENTOS CASTUOS

SUSPIROS DE ESPAÑA

viernes, 14 de junio de 2019

LA SILLA DE SU ABUELO


Carlos Fuente era un personaje muy especial, tenía un físico que por donde pasaba todos los ojos estaban obligados a mirarlo. A sus veinticinco años no había dado golpe, estudiar no le gustaba y trabajar mucho menos, era de origen muy humilde y él siempre decía que viviría de su físico y es posible que llevara razón, porque su persona rozaba la perfección.
Un día se fue de discoteca y conoció a una chica, no era muy agraciada, pero parecía simpática, no sabía como podría contactar con ella. Se armó de valor y se presentó, ella quedó impactada por aquel chico, quizás excesivamente guapo, pero a ella le gustaban los chicos guapos. Era una chica muy rica sus padres tenían una de las fortunas más grande de toda la ciudad.
Como era hija única, todo aquel patrimonio un día pasaría a ser de su propiedad. Pero claro él esto no lo sabía.
Desde ese día no se separaron, congeniaban muy bien, él se encontraba muy a gusto con ella. A veces pensaba: “yo que siempre pensé casarme con una mujer rica y esta chica que no sé ni quien es, lo a gusto que me encuentro con ella”.
Pasado un tiempo, pensaron en irse a vivir juntos, pero a él le falto tiempo para decirle que el no tenía casa, que vivía con sus padres.
Ella le dijo que no se preocupara que ella tenía varias y de una tirada le contó toda su vida, y naturalmente su situación económica.
Él no salía de su asombro, pensaba: “es rica, es rica, y yo la quería ya sin saberlo, indudablemente soy un hombre afortunado”. 
Y así empezaron la convivencia, el estaba encantado. Con las privaciones que había pasado toda su vida y ahora todo solucionado.
Se instalaron en una casa grande sin lujos, aunque un poco retirada de la ciudad, tenía cinco habitaciones, un gran salón, una cocina y un cuarto de baño. En una habitación tenía ella su despacho, como ella lo llamaba, pero según decía había sido de su abuelo, sólo había una mesa rústica y una silla, (la silla de mi abuelo), recalcaba ella, pero que no se podían sentar en ella porque estaba completamente hundida, el estaba un poco desconcertado más que nada porque no entendía para qué quería aquel trasto.
Ese mismo día se fueron al supermercado ya que la nevera estaba bacía, cogieron un carro y el empezó a coger de todo lo que a el le gustaba, sobre todo comida basura, pero el lo entraba en el carro y ella lo sacaba. A cambio ella cogía lentejas, garbanzos, alubias, arroz y pastas de todas las variedades. Cuando el se lamentaba ella le decía que había que alimentarse con dieta mediterránea que era lo más sano. Si le decía de comprar carne, ella decía que tenían hormonas y el pescado que les trasmitían el plástico que ello ingerían en el mar.
Él se repetía para si: “pero si esto es lo que yo comía en mi casa porque éramos pobres, esto no me lo esperaba”. 
Se le ocurrió coger una botella de vino, (para los cumpleaños le digo)
Rápidamente ella la sacó del carro, porque el alcohol destrozaban el hígado. 
Cuando volvieron a casa y después de ordenar la compra la nevera seguía vacía, solo unas cuantas verduras, bailaban en ella. 
La primera noche y para celebrarlo cenaron pan con tomate y aceite de oliva virgen, eso sí.
Se fueron a la cama, pero él no podía dormir, su mente se le nublaba se encontraba como en una nube, entre tinieblas, se mi inconsciente, escuchó el teléfono muy lejano, una voz entre cortada decía: ha tenido un accidente.
 -“¿Quien?¿mi pareja?”- balbuceó. Luego un señor sentado como en un despacho, tenía un gran bigote, abría una carpeta, hablaba de testamento y que a él le dejaba de herencia, “se hizo un silencio” la silla de su abuelo. “¿La silla de su abuelo?”
Dio un salto y quedo sentado en la cama, ella al sentirlo se sentó también  muy asombrada le preguntó que le pasaba.
Él la miró y le dijo muy serio: -sé que la tienes en gran estima, pero te rogaría que mañana pusieras la silla de tu abuelo en el wallapop.

Manuela Llera Ramos


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