SENTIMIENTOS CASTUOS

SUSPIROS DE ESPAÑA

jueves, 19 de septiembre de 2013

LEANDRITO

                                                         


Entre unos pinos y arbustos, justo al lado de un riachuelo, estaba ubicada la casa donde pasaban los fines de semana Félix y Elio, en compañía de sus papás. Eran hermanos, pero en pocas cosas estaban de acuerdo, sólo en lo referente a salir de aventura. Elio era el más pequeño aunque sólo se llevaban un par de años. Cuando Elio decía “-tengo una idea”-era para echarse a temblar-, siempre tenía unas ideas muy estrambóticas. Félix, más sosegado, siempre analizaba minuciosamente las ideas de su hermano, no era cuestión de lanzarse a la ligera porque ya las conocía, él era bastante miedoso y precavido. -A ver Elio, ¿que idea has desarrollado esta vez? -Mira, he pensado que podíamos dar un paseo por el río, como hace mucho calor hasta nos podemos bañar, sí, ya sé que el agua está muy fría, pero aunque sea sólo nos mojamos un poco los pies. -Vale Elio, no es mala idea, pero no nos podemos alejar mucho, en cualquier despiste nos podemos perder. -“Bien” vamos a preparar las mochilas, nos llevaremos unos bocatas y una botella de agua, por si nos entra sed. Ah y también unos cuantos juguetes, ¡los barquitos! Así los podemos echar al río. -Pero Elio no comprendes que el agua se los llevará y no los podremos coger. ¡Ay Elio tu no piensas! Y otra cosa, se lo tenemos que decir a mamá, si nos echa de menos se va asustar sin saber donde estamos. -Bueno no me gusta mucho la idea, pero quizás lleves razón. ¡Ah! otra idea, se lo decimos a papá, a lo mejor se anima y nos acompaña, así iremos sin prisa y seguros, mamá quedará más tranquila. Después de comunicárselo a su papá, este dio el visto bueno y emprendieron la excursión felices y contentos. El río llevaba poca agua era ya bien entrado el verano y era normal, a pesar del deshielo, con tanto calor el agua se va evaporando. Pero de vez en cuando había alguna que otra charca, que incluso, se podían dar un chapuzón, aunque el agua solía estar fría, en la charcas como el agua está parada estará más calentita. Elio iba delante como siempre, era un sendero estrecho hecho por las pisadas de los transeúntes, se divisaba un paisaje precioso, el río serpenteaba sus aguas cristalinas entre dos altas montañas amenazantes, como si lo quisieran encarcelar. Los pinos de un verde penetrante se elevaban al cielo adosados a la tierra de la basta montaña. Los pajarillos trinaban campando a sus anchar en la soledad y el agudo silencio: sólo alterado por su canto y el murmullo de las frías aguas, que trepaba por las pequeñas rocas. Divisaron un pequeño puente, corrieron y se subieron a él. -“Mira papá“, -gritó Félix, -hay muchas truchas. Era cierto eran truchas enormes. Elio dijo a su papá, ¿nos podemos llevar una? -No es fácil, intentaré coger al menos una, son escurridizas, no se dejan atrapar con facilidad. El padre se metió en el agua y muy lentamente, para que las truchas se confiaran, se lanzó sobre una muy grande y logro cogerla por la gran cola, por el medio hubiera sido imposible ya que son muy resbaladizas. Cuando el padre saco la trucha los niños saltaron de contento. -Que bien papá, que contenta se pondrá mamá cuando la vea, ésta noche no la cenaremos. “¡Uh con lo rica que las hace mamá!“, gritó Elio. En ese momento el padre pensó: -tendré que llevarla a casa porque hace calor y se puede estropear si tardamos en volver. Antes de irse le dijo a sus hijos. -No os mováis de aquí que llevo la trucha y vuelvo enseguida. -Sí papá ves tranquilo, te esperamos aquí con los pies metidos en el agua, -sí pero no os mojéis las bambas, -le advirtió su padre. Cuando el padre se fue, estaban con los pies en el agua tan silenciosos que una gran tortuga que pensaba que estaba sola, salió de su escondite y miró a los niños con extrañeza. (¿-Quien sois? No os he visto nunca por aquí. Por favor no me hagáis daño). -Hola tortuguita, le dijo Elio con curiosidad, somos hermanos, yo me llamo Elio y mi hermano Félix. (-Ah, mucho gusto, me alegro de haberos encontrado, ¿Queréis venir conmigo a mi casita, está cerca de aquí, así podréis conocer a mis hijas, tengo tres). Los niños se miraron y los dos tuvieron la misma idea, Elio pego su boca al oído de su hermano y le dijo bajito para que la tortuga no lo escuchara. -Te imaginas Félix, es una tortuga y el de la Yaya es un macho, ¿te acuerdas? lo dijo el nieto de la vecina de la Yaya. Dijo que lo sabía porque tenía la pancha curvada. Se ve que es cierto porque esta la tiene muy plana. Decía que era porque ahí es donde guardan los huevos, porque las tortuguitas salen de un huevo, eso ya no lo han explicado en el cole. ¿te acuerdas? - Tengo una idea Félix, mira ahora vamos a su casa y así se confía y luego no la llevamos a casa la metemos en una caja y cuando nos vallamos la llevamos a la terraza de la Yaya y así el Leandrito ya no estará solo. La tortuga los miraba un poco desconfiada al no escuchar lo que decían. -(Vamos amiguitos que os enseño a mis tortuguitas son preciosas) Los niños caminaron detrás de la tortuga y ya no se acordaban de las advertencias que le había hecho su padre. Siguiendo los pasos de la tortuga se metieron entre dos grandes piedras, allí había como una estrecha cueva muy fresquita y en invierno seguro que sería muy calentita. Parecía una casa normal tenían sus camitas para las tortuguitas pequeñas y una enorme para la madre, unas sillitas pequeñas y un gran sillón que debía ser de la tortuga madre. Elio quedó boquiabierto con tanto lujo, no se imaginaban que una tortuguita estuviera tan cómoda en su casita. Félix dijo, -Elio estoy pensando que es una pena que nos llevemos a la tortuga, ¿qué será de sus hijas si se quedan solas? -Bueno no pasa nada, no las llevamos a ellas también, -pero allí no estarán tan a gusto, en la terraza de la yaya no tienen casita, sólo una gaveta llena de agua, -le reprochó Félix. -Ya estas fallando Félix, ¿no te imaginas lo contento que se pondría el Leandrito con la tortuga y las pequeñas tortuguitas? -Claro que me lo imagino, pero también me da pena sacarlas de su casita con lo a gusto que están, ya ves, cuando tengan hambre sólo tienen que ir a la charca y tiene agua clarita siempre, renacuajos y pequeños peces que a ellas les encanta, ya sabes que la yaya es lo que le da de comer a Leandrito, ¡y anda que no se pone contento!. -Ahora se me está ocurriendo algo Elio. Cuando volvamos a la semana que viene, nos traemos a Leandrito, seguro que si se lo decimos a la Yaya no le importara, y comprenderá que es lo mejor, porque ellos quieren estar por aquí, esta es su vida normal, te imaginas: si nosotros, que nos encanta pasear por aquí, bañarnos y todo eso, pero te gustaría que llegara la noche y estuviéramos por aquí solitos, ¿a ti te gustaría? Elio muy serio y pensativo le dijo a su hermano. -Llevas razón Félix eso es lo que haremos si a la Yaya no le importa. ¡Anda corre que papá ya nos estará buscándonos! Al llegar a casa le contaron a los papás la experiencia que habían tenido, y al acuerdo que habían llegado. Los papás aplaudieron la idea y felices y contentos se comieron la trucha que mamá había preparado tan ricamente. Manuela