SENTIMIENTOS CASTUOS

SUSPIROS DE ESPAÑA

domingo, 28 de julio de 2019

EL TIEMPO QUE VUELA


Hoy al cabo de los años, me he parado a pensar en el tiempo. Es curioso, que en toda mi larga vida no había reparado en ello.
Y es que está claro que el tiempo se agota, y es ahí, al llegar a esa conclusión cuando realmente me ha dado pánico.
Al llegar hasta aquí he pensado  que tendré que cambiar y dar un giro a mi vida, tendré que reestructurarme porque ahora comenzare a controlar y pensar en qué gastare mis días.
En el futuro no sé que haré, en el pasado he hecho las cosas de acuerdo con mi forma de pensar que ha sido la que me impusieron desde que tuve uso de razón.
Nunca pude hacer lo que realmente me hubiese gustado hacer. Mi vida ya la habían programado cuándo yo nací, o quizás mucho antes. Y no fueron mis progenitores, no, hoy creo que fue el sistema, aquel sistema tan sumamente retorcido y retrógrada muy diferente del que se vive hoy. Hoy los niños están en un primer plano, y no es que yo no apruebe que así sea, pero siento nostalgia, o quizás una envidia sana, como se suele decir. Cuando yo era niña había muchos niños, había terminado una horrible guerra que había borrado del mapa a media España, y había que repoblar rápido. De ahí tantos niños, y, por eso mismo, nadie nos tuviera en cuenta, no por los padres, ellos no han fallado nunca a sus hijos, pero una atención estrictamente en lo más necesario. ¿Que eran malos tiempos?, pues sí, pero para los abuelos, por ejemplo, era lo mejor de la casa, la mejor cama, la mejor silla, el mejor sitio, es curioso, pero a mi me ha tocado siempre estar en el peor sitio, cuando era niña se mimaba a los abuelos y ahora que soy abuela se mima a los niños. ¿Cuando me va tocar a mi? Está claro que nací en una época equivocada. Tenía que haber nacido ahora.


Manuela Llera Ramos

viernes, 26 de julio de 2019

UN BOMBÓN Y UNA NOTA


Yo era muy feliz, tenía un novio guapo, alto y bastante cachas, pero era demasiado feliz, por eso precisamente, no vivía tranquila, siempre tuve un presentimiento que me hacía sufrir.  
Un día, cuando menos lo esperaba, se fue sin decirme a dios, pero me dejó el bombón con la nota acostumbrada:
“Ahí te dejo el bombón, ahora ya sois dos bombones“. Siempre me elogiaba con esas palabras cariñosas. Mi corazón me anunciaba el presagio inevitable. Una noche negra como mi pena. Las lágrimas surcaban mis mejillas, y estas eran como dos cataratas de fuego. 
Yo sabía que eran muchos bombones en compañía de aquellas notas.
Era mucho tiempo con aquella rutina y ya se sabe que las rutinas acaban matando al amor, por muy fuerte que sea.
Esta ver tenía la corazonada que era la última.
Pasaron los días y sus llamadas cesaron y las mías quedaban sin respuesta.
En el cajón de mi mesita de noche guardaba todos sus regalos, no había consumido ni un solo bombón, todos estaban intactos con su correspondiente nota. Era su recuerdo y para mi era intocable.
Pasado un tiempo, cuándo el dolos era más débil que la atracción por los bombones, empecé a dejarme de formulismos y comencé a terminar con mi pena a base de bombones.
En pocos días la pena marchaba al la vez que los bombones. Y ahora pensaba: ¿Por que no lo había hecho desde el principio?
Una llamada a la puerta me saca de mis cavilaciones.
Miré por la mirilla antes de abrir, divisé una figura familiar, pero no lo veía claramente. Abrí la puerta y allí estaba, sentado en una gran maleta.
 En su mano derecha sujetaba varias cajas de bombones y debajo del brazo aguantaba un montón de notas.
Muy cautelosa le dije: ¿qué deseas? Con una voz entrecortada acertó pronunciar.
-Teee te traigo los bombones y las notas.
Ah, gracias, ya se me habían terminado.
Cogí los bombones y cerré la puerta.
Miré por la mirilla, lo vi bajar la escalera cabizbajo con su gran maleta sobre el hombro.
Las notas las había dejado en el suelo junto a mi puerta, las cogí y me asomé a la ventana, justo cuando el pasaba con su maleta, las lancé al aire.
Miró para arriba y me tiró un beso con desgana. 

Manuela Llera Ramos