Sonia se levantó sigilosa de la cama que compartía con su marido. Fue directa al cuarto de baño, escribió una nota en un papel inmaculado y a renglón seguido se arreglo como cada día para ir a la oficina. Aborrecía ese atuendo ejecutivo que le obligaban en su trabajo. Con sumo cuidado para no despertar a su marido, cogió de debajo de la cama una pequeña maleta que previamente había preparado la noche anterior. Con los zapatos en la mano, la maleta, y un pequeño neceser, salió a la calle. Cogió el primer taxi que pasó, le dijo secamente al taxista: -a la estación de ferrocarril, por favor. Ya en el taxi recordó la nota que le había dejado a su marido: “-no te quiero, me
voy para siempre con mi jefe, mi único amor“. Recordó lo que había metido en la maleta, poca cosa: ropa cómoda, zapatos ligeros, un poco de ropa
interior. Pijama: se le había olvidado, pero le daba igual, no los pensaba utilizar. Llegó al anden de la estación, la muchedumbre se agrupaba alrededor de las puertas del tren. Sus ojos lo recorrían todo ansiosamente, iba de un lado para otro escaneando a la gente, pero no encontraba al ser que tanto anhelaba. En su desesperación, sintió que su móvil temblaba.
Después de escuchar unos segundos, el móvil cayó de su mano, ella setambaleaba, como si fuera a desmayarse. El tren arrancó parsimonioso, ella
bajó a la vía, caminó despacio por la dificultad que le ocasionaban los zapatos de alto tacón destalonados. Con la maleta en la mano y el neceser bajo su brazo, unas palabras martilleaban su cabeza: -“no he podido coger este tren, pero estoy segura que el próximo, me cogerá a mí“.
Manuela
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